Situada al suroeste de Inglaterra, la ciudad de Bath es mundialmente famosa por sus balnearios termales, los cuales se encuentran alimentados por tres diferentes manantiales. Aunque según la historia ya se conocía desde mucho antes, se dice que fue inicialmente fundada como termas romanas y sus aguas son consideradas excelentes para el tratamiento de diversas afecciones y enfermedades.
Según antecedentes, éste fue un lugar sagrado para los Celtas, dedicado a la deidad Sulius (conocida como Minerva). Luego de la invasión de Britania (43 a.C) se le atribuyó el nombre de Aquae Sulis (Aguas de Sulius) durante el dominio romano. Es en esta época en que se inicia la construcción de algunas edificaciones que hasta hoy son emblemas arquitectónicos.
Antiguamente habría sido un complejo de aguas termales al que solamente acudían las personas adineradas y son muchas las edificaciones levantadas en estilo georgiano, como por ejemplo el Royal Crescent. Su población asciende a 90.000 habitantes y fue declarada Patrimonio de la Humanidad.
En el siglo XVIII, la ciudad se transformó en un sitio de esparcimiento para la aristocracia inglesa, sufriendo diversas remodelaciones a lo largo de los años para modificar su estructura.
Por sus diseños georgianos y las estructuras impresionantes que posee, en el año 1987 se le atribuyo la denominación de Patrimonio Cultural de la Humanidad por parte de la UNESCO.